De Chihuahua a Los Mochis, en El Chepe… (10 años)

Miércoles 4 de septiembre de 2013.

¡Buenos días, Cerocahui!

Despierto con «Song for Sarah» y la trompeta de Stanko. Dreamy.

Empieza a clarear. Escucho, a la distancia, el canto de un gallo. Amanece a nuestras espaldas. El sol comienza a iluminar la montaña de enfrente. El cielo tiene un azul muy dulce y algunas nubes. Las aves parecen estar de fiesta.

Luego de un baño salgo a desayunar, pero antes merodeo los alrededores del hotel. Claro, tomo fotos.

***

El desayuno: ¡el mejor plato de avena de todo el recorrido! Café, jugo, huevos con jamón y frijoles con quesito Chihuahua, tortillas de harina y pan tostado. Todo con el sazón de mi abuelita.

Vuelvo a la habitación, a leer. Alfonso Reyes, todo un caballero acompañándome en el viaje, con su «Teoría Literaria». Ahora suena M. Nyman, sí, «The Piano Soundtrack». Claro, esto no es la jungla de las islas polinesias, pero bien puedo imaginarme el andar de Ada entre el espesor de estos bosques.

El día avanza y de pronto la nostalgia anticipada. «Saldremos a las 12», me avisó Jaime, el anfitrión. Pienso en las sutiles formas en que guardaré la silueta de esa montaña en la ventana.

[A este lugar se viene a desintoxicarse del mundo.]

Una no puede evitar plantearse la pregunta: «¿A quién quiero traer aquí?»… a lugares así se trae a quien amas.

***

Dan las 12:00 p. m., me despido de Leticia, le dejo mis datos y la promesa de volver. Charly nos lleva, a Jaime y a mí, hasta la estación del tren en Bahuichivo. Antes de éso, me sorprenden con otra muestra de generosidad: una visita a la Cascada de Cerocahui.


Casi 30 minutos de caminata, entre senderitos, subiendo la montaña, hasta llegar a uno de los lugares más impresionantes y bellos que he visto.

La fatiga de la caminata desapareció tan pronto la vi. La belleza del lugar, la sensación de saciedad y paz que me transmitía, hizo que olvidara los minutos andados, para disfrutar plenamente ese momento.

Sin dudarlo me deshice de los zapatos y me subí los pantalones, para meter los pies al agua. Anduve entre las rocas, me senté por instantes, mojé mi frente y nuca... la felicidad también existe en estado líquido.

Y, sí, una pertenece irrevocablemente a los lugares que le han mojado con sus aguas. ¡Cerocahui, te amo!

[Ya quiero volver]

Gracias Jaime, Leticia y Charly.

***

3:30 p. m. El Chepe llega por mí.

Dejo Bahuichivo. Inicia el descenso, bajo la lluvia, de nuevo. Escribo un mensaje a mi padre, que enviaré tan pronto tenga señal.

Llueve a cántaros. El Chepe, lento, por la lluvia. Cadencioso, parece hablarnos de amor en el sutil vaivén de los vagones.

El portero anuncia que estamos por llegar a Témoris, por atravesar el túnel «La Pera».

Justo cuando crees que el paisaje no puede ser más impresionante: arriba esas inmensas montañas, majestuosas, todas de lluvia y verde absoluto; abajo, profundidad insólita, marcada por la vena de un río que juega a acompañarnos en el descenso.

La visibilidad disminuye por la lluvia, las siluetas de las montañas se intuyen, como sombras.

El tremendo acto poético de ver la lluvia desde el tren.

Viajar sola: la experiencia.

Me siento como aquellas revolucionarias y atrevidas mujeres de la década de 1920. Esas que subieron centímetros a sus faldas, cortaron sus melenas y bailaron charleston.

5:15 p. m. Desde hace rato ya no veo pinos, el follaje aún es denso, sin embargo, distinto.

Elemento insólito, que se vuelve constante conforme avanzamos: postes de electricidad, con todo y cables, derribados por enredaderas. Como muestra de que la naturaleza sí puede vencer a la civilización.

De pronto: sahuaros (¡!). Alguien que les diga que se equivocaron de ecosistema.

6:35 p. m. Escucho silvar a El Chepe por primera vez en largo rato. Poblado próximo.

Puentes y túneles. Los más altos y largos. Nos adentramos a Sinaloa.

7:20 p. m. El sol es una naranja que se despide en el horizonte, #sinfiltro.

Los sahuaros toman sentido en el nuevo paisaje. Me sorprenden ahora esos árboles cubiertos de enredaderas —siluetas de árboles, en todo caso—. Macondo debe ser algo así.

7:50 p. m. El Chepe llega a El Fuerte. La noche cae, en Sinaloa. La mayoría de los pasajeros de mi vagón bajaron aquí, quedaremos, si acaso, 6 personas con destino Los Mochis.

Mujer que viaja sola

atravesando territorios

adueñándose del horizonte

sí, proclamo: todo ésto

es mío.

10:00 p. m. Llegamos a Los Mochis. Me doy cuenta que el recorrido de hoy tomó 7 horas... puedo decir que «sentí» las últimas dos, cuando la noche corrió el telón y no hubo posibilidad de fascinación con el paisaje; cuando sólo quedamos el vagón y yo... y ese soundtrack de pesadilla, que prefiero bloquear de mi memoria, ja.

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